26-03-2009

~ One coffe, yesterday ~


Mis pies caminan sin saber yo hacia donde. Observo perdido el suelo, levantando a veces mi rostro en intentos fugaces por despertar. Pero ni siquiera deseo hacerlo. Quiero permanecer vacío, pensando en cómo dar el siguiente paso a través de la gente que atraviesa mi piel, y nada más. Nada más, hasta que las luces en la noche resalten atractivas frente a mis ojos. Escenario vivo de recuerdos, me alzo y observo ahora detenidamente mi alrededor. Un café en donde se alcanza a escuchar “i don’t see anybody that dear to me” enciende emociones contenidas fuertemente, y en un segundo, solo en un segundo, siento ganas de mirar hacia atrás. Pero no lo hago, y eso es lo que buscaba. La música parece ahora purificarme al sumirme en un estado de nostalgia, de alegría y tristeza mezcladas. Las personas tras el ventanal de las palabras intermitentes atraen la sensación de la comunidad anhelada, aquella de tus recuerdos, en aquel lugar que amas, y que visualizabas a veces en tus sueños de viajes y metas acordadas. Pero continúo solo, aquí donde decidí llegar, bajo la noche estrellada de historias y luces magníficas y coloridas, confundiendo mi mente tanto como mis ojos ya cansados. Y siguen caminando todos, las luces prendiéndose, emergiendo nuevas melodías, llevándose tragos a sus bocas, besándose los enamorados bajo la fuente central de los deseos y amando, matando, viviendo y odiando. Y como simple sociedad continúa, con concretos e ilusiones. Las luces se apagan.
Suspiro, y trato de descifrar algo en las ondas dibujadas en el agua. Pero no veo otra cosa que el reflejo de donde me encuentro. Hermoso paisaje nocturno que acompaña mis sentimientos, va desordenándose a medida que mis ojos comienzan a nublarse. Y me detengo, muevo mis ojos de un lado a otro y, desesperado, salgo disparado por las calles repletas de personas que no hacen más que remarcar mi extranjera soledad. Miradas ajenas y acogedoras, pasan y me estacan sin control. Y cuando alcanzo al gran puente blanco, disminuyo el paso y me estanco en medio de él para observar el río claramente iluminado de nuevo por los recuerdos. Otro suspiro. Levanto mis brazos, lanzo un grito al aire, y me quedo mirando el firmamento un momento, dándome las gracias por ser y estar como soy y estoy ahora. Tarareo ahora una canción, una de esas que dan magia a los momentos. Nuevamente Fleet Foxes. Y siento suavemente que me tocan el hombro. Doy media vuelta y ahí estaba: era la brisa que envolvía tu cuerpo la que me advirtió. Solo miraste sonriendo casualmente y volviste tu mirada hacia el agua, de espaldas a mí. Los detalles preciosos como aquellos te convierten en un creedor de tonteras y nuevas ilusiones pintadas. Mas, vuelta la tranquilidad y la confianza, me doy cuenta que ni siquiera con la lluvia te has borrado, ni tampoco todos ellos, los de atrás, ni los de ahora, ni los de siempre y nunca, pues son marcas, marcas como tus lágrimas, que nacen y mueren, pero que viven un largo y bello proceso intermedio. Sí, en medio, como aquel que intervine en ese momento. Y es así. Recuerdo tus mejillas húmedas cuando, al hablarte, te volteaste con tu sonrisa sobrepuesta ahora al trago amargo de la soledad, y detuve una de tus gotas a medio camino y la deshice en mis dedos, compartiendo juntos grandes creaciones. Al medio, eso es.
Y ya el tiempo pasa y no se olvida. Se supera y se conoce. Ahora entro al café, les hablo a los caminantes y me aventuro en nuevas historias. Y no olvido, no obstante, insisto, espero a por que las nuevas historias sincronicen con las ya recordadas y me eleven. Así de hermoso es esta caprichosa ilusión no menos útil ni menos hermosa. Y luego me vuelvo solo, otra vez, y camino por estas nuevas rutas, distantes y ahora cercanas.